31 Domingo B Amar al prójimo
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Amar al prójimo
Somos viajeros, peregrinos en la tierra; venimos de Dios y a él volvemos. Hoy en el evangelio Jesús nos dice cuáles son los dos mandamientos más importantes para alcanzar el reino de los cielos: amar a Dios por encima de todo y al prójimo como nos amamos a nosotros mismos. Son un resumen de nuestra fe. Hoy podemos examinarnos como los estamos siguiendo. No son fáciles de cumplir. Normalmente nos amamos a nosotros primero, amamos a los demás por lo que pueden hacer por nosotros, y amamos a Dios por si existe. Deberíamos volver las cosas del revés como un calcetín. Una vez ponemos las cosas del derecho, sabemos que estamos en el camino adecuado para volver a la casa del Padre.
¿Es posible amar al prójimo como lo hacemos a nosotros mismos? Por supuesto que es posible; Dios no puede pedirnos algo imposible. Es ese amor generoso, desinteresado, que todo el mundo admira. Es el amor de una madre que ama a su hijo más que a ella misma. Hay otros amores similares: el de un soldado que da la vida por su patria, un mártir que muere por Cristo, o uno que pone en peligro su vida por salvar a otro. San Maximiliano Kolbe se cambió por otro hombre en un campo de concentración nazi, que estaba condenado a muerte. Una niña le contó su secreto a su tío cuando se acababa de ordenar sacerdote: te amo más que a mí misma. Hay gente que arriesga su vida para salvar su propiedad, sus animales, las cosas que aman.
Ambos mandamientos están relacionados. Cuanto más amamos a Dios, más amamos a los demás. Dios nos empuja hacia afuera. Se puede decir que amamos a los demás con el amor que Dios nos tiene. El amor de Dios nos ayuda a ver a los demás como hermanos, como sangre nuestra. Funciona en los dos sentidos: cuanto más amamos a los demás, más amamos a Dios. Son dos caras de la misma moneda. Tenemos los ejemplos de los santos, que nos dan lecciones de amor al prójimo.
Nosce te ipsum, conócete a ti mismo. Era un aforismo inscrito en el templo de Apolo en Delfos. Debería haber otro que dice: Ame te ipsum: ámate a ti mismo. Vemos que en nuestra sociedad hay mucha gente que se odia a si misma. No les gusta lo que la gente ve de ellos y les gustaría ser diferentes. Los medios sociales no ayudan; promueven la envidia, al presentar una imagen perfecta e idealizada de los demás. ¿Cómo puedes amar al prójimo si no te gustas? ¿Cómo podemos aprender a amarnos a nosotros mismos? Muy sencillo: mira a Dios que es Amor y que nos quiere más que nadie. Nos ha creado como somos y nos quiere así. Del mismo modo que un bebé, se vuelve consciente de sí mismo al experimentar el amor de su madre, lo mismo nos ocurre a nosotros al descubrir el amor de nuestro Padre Dios.
Deberíamos descubrir el amor que Dios tiene por nosotros. Cuando lo reconocemos, es más fácil darnos a los demás. Dicen que amar significa querer lo mejor para el otro. Nos olvidamos de que hemos sido creados para amar. Somos felices cuando amamos a los demás como quieren ser amados. ¿Cómo experimentamos el amor de Dios si no hace lo que le pedimos o cuando nos hace sufrir? San Pablo tiene una expresión maravillosa: “Sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios.” Cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, sabemos que todo lo que nos pasa es lo mejor para nosotros.
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